Vicente Herrera Márquez
—Hola, ¿Estás por ahí? —se oye una voz por los
parlantes— ¿Podemos conversar?
—Hola… sí claro que podemos conversar
—responde otra voz— ¿Quién eres tú?
—Tal como lo ves escrito, soy la Flaca.
—Hola Flaca, y tal como ves escrito, yo soy el
Viejo.
—Hooola Viejo ¿Cómo estás?
Así comenzó la historia...
Se conocieron chateando por Internet, por medio de un programa de voz.
El tiene por seudónimo: Viejo, Ella: Flaca.
Viven en la misma ciudad aunque en barrios distantes uno del otro.
Ella, estudiante de literatura, veinticinco
años. Él, escritor, hombre ya con bastantes años, sesenta o un poco más.
De inmediato entre ellos se establecen lazos
de confianza, que se nota no es fingida
por ninguno de los dos. Es bien sabido que en
este tipo de comunicación a través de Internet el anonimato y las
distancias dan para muchas cosas, entre ellas, mentiras, fantochería, falsedad,
engaño y otras situaciones que de frente y a cara descubierta una gran mayoría
no las diría ni las haría.
Inmediatamente esa confianza y afinidad los
llevó a expresarse con naturalidad, espontaneidad y sobre todo con verdad.
Ella contó en que barrio de la ciudad vivía,
la carrera que estudiaba, el nombre de la universidad en la cual lo hacía, sus
gustos y sus planes futuros. Contó que salía hace ya un tiempo con un compañero
de carrera y que incluso estaban haciendo planes para casarse al terminar sus
estudios.
Ella no
está muy segura de que lo que estudia sea su verdadera vocación, pero de todas
formas le cuenta que su interés es el
arte y en este caso la literatura.
Él le contó que escribe cuentos, poemas y
narraciones de pasajes o vivencias reales hechos ficción. Cuando ella le
preguntó la edad, estuvo a punto de mentir y olvidarse de unos cuantos años,
pero recapacitando optó por la verdad, le cuenta que tiene 63 años y es
jubilado, diciéndole además que de da su verdadera edad para que ella sepa con
quien está hablando y presumiendo que los temas de conversación pueden no tener
afinidad a pesar del interés de ambos por la literatura, pero con una
diferencia considerable en la edad. Generalmente cuando uno busca en forma
conciente y responsable con quien tener comunicación por Internet busca
personas que además de tener afinidades tengan una edad más o menos parecida.
No así para aquellos que solo buscan diversión y engaño a través de la red.
Él le cuenta que tiene un sitio en Internet
donde vuelca todas sus inquietudes literarias y le da la dirección virtual para
que ella lo visite.
Después de conversar por unos diez minutos más
se despiden y ambos se prometen que se van a volver a encontrar en la
virtualidad de Internet.
—Chao Flaca.
—Chao Viejo.
—Hola Viejo.
—Hola Flaca ¿Cómo estás?
Es ella la que vuelve a entablar conversación,
ha pasado como una semana desde que se conocieron.
Ella le cuenta que ha estado leyendo los
poemas que él escribe en la página de internet y también los cuentos y tanto poemas como cuentos la han
cautivado y poco a poco van haciendo de esto el principal tema de conversación,
además de trivialidades y algunas bromas que nacen de la propia afinidad que se
va dando entre ellos.
Poco a poco con los días, las conversaciones y
además la lectura de poemas y cuentos, ella cree que se siente atraída por él y
se va enamorando del viejo escritor, que para ella pasa a ser el mejor de
todos, muy a pesar de los Benedetti, los Cortázar, los García Márquez, los
Neruda y otros más. Y con ese sentimiento que crece se olvida de diferencias
incluso de la edad.
Continuamente chatean, prácticamente todos los
días. Ella insistentemente busca la forma de conocerlo, el siempre busca
pretextos para que aquello no ocurra, aunque en el fondo de su ser quisiera que
este encuentro fuera realidad, pues no puede desconocer que su macho
semidormido algo está sintiendo por aquella joven mujer.
Él siempre le hace notar las diferencias, ella
no quiere entender e insiste en que se vean.
Le pide dirección y que si no se la da amenaza
con no llamar más, ella también se da cuenta de la atracción que ejerce sobre
el escritor.
—Hola Viejo.
—Hola Flaca hermosa.
—Chao Viejo.
—Chao Flaquita.
—Hola Viejito, quiero verte.
—Hola Flaquita, hoy no, otro día.
—Chao, mi viejito lindo, quiero verte.
—Algún día Flaquita, algún día.
Él se cuestiona por qué no acepta lo que ella
pide, ya que si bien tiene sus años, no se siente viejo y quisiera vivir los
últimos estertores de juventud y que mejor con una mujer joven, apasionada,
enamorada y que es dueña de sus actos.
Mientras todo esto se va desarrollando ella
sigue viendo aunque en forma más distante al joven compañero de curso con el
que anda desde hace ya dos años. Por su
lado el viejo escritor no ha dejado de ver a la mujer que lo ha acompañado por
los últimos años, mujer también bastante menor que él, divorciada y con hijos
grandes. No hay noche en que esté con ella, una a la semana, en que no piense
que está con su joven enamorada, por otro lado su pareja tiene una hija también
de 22 años igual que la chica de internet...
La joven estudiante está decidida a conocer a
su escritor y con los datos que ha ido sacando de las conversaciones y algunos
datos de la red, se ha hecho un idea de donde vive aquel y con una compañera
que sabe se sus cuitas idean un plan
para llegar hasta el escritor.
En un plano de la urbe donde viven, por descarte
y por intuición femenina según ella, demarcan un sector de la ciudad en el que
está segura que vive él.
El plan consiste en hacerse pasar por encuestadoras
puerta a puerta, de hábitos de la población con preguntas como en que ocupan el
tiempo libre, gustos, hobbies, intereses intelectuales, uso del computador,
internet y redes sociales, que ven en televisión etc.
Recorren el sector seleccionado entrevistando
familias, jóvenes y mayores, viudas y solteronas que viven solas, viejos
jubilados que también viven solos, siendo en estos últimos casos cuando ponen mayor
interés y dedican más tiempo.
Pasan los días y no lo encuentran, pero ella
no quiere detenerse a pesar de todas las
excusas y disuasiones de su amiga y compañera, ella sabe y asegura que ese día
lo van a encontrar y así van pasando los días. Su compañera parece estar más
cuerda y segura de que es muy difícil que logren lo paneado, además es varios
años mayor y con más experiencias.
Cuando chatean por las noches ella le asegura
que se van a conocer y pronto, que ella le dará una sorpresa y que puede ser en
cualquier momento, por lo tanto que esté preparado.
Esto a él no lo dejaba indiferente y en su
fuero interno se producía una lucha sin cuartel entre el hombre maduro y
reposado y aquel con arrestos de juventud e ímpetus de macho y ya se imaginaba
que si ese momento llegaba como lo enfrentaría, se preguntaba quien vencería el
maduro o el, aún, fogoso.
Tocan la puerta, dos hermosas muchachas, una
muy joven y la otra un poco mayor, que se identifican como encuestadoras de una
universidad, solicitan ser recibidas.
Después de darse cuenta de que no son
vendedoras o promotoras de ilusiones, religiones o planes telefónicos las
invita a pasar, no sin antes decirles en tono de broma que vive solo pero que
no tengan ningún cuidado, se declara tranquilo, serio y además inofensivo.
Quien las recibe es un hombre canoso, de edad indefinida, muy
amable y que las hace sentirse muy cómodas.
Se nota un hombre educado, viste modestamente
pero casi elegante, estatura regular delgado y con ciertos ademanes torpes que
denotan nerviosismo.
Ellas preguntan por los gustos de él, sus
pasatiempos, en que trabajó en su juventud, si le gusta la lectura, si alguna
vez se le dio por escribir sus memorias,
su opinión sobre la computación y otros temas.
La entrevista se alargaba más allá de lo
acostumbrado, ella nerviosa presentía que estaban en el lugar al que quería
llegar. Ella dejaba entrever algo de sus gustos propios y sus intereses para
ver las reacciones del hombre y así siguieron hablando y hablando y haciendo
preguntas.
El las invitó a tomar una taza de café, nunca
habían aceptado ninguna atención en las decenas de casas que habían visitado,
aquí fue la excepción.
El sirvió café y galletitas, las atendió en
forma extremadamente amable, sobre todo con ella, ella se dada cuenta de que él
la miraba en forma muy especial lo que no hacía con su compañera. Sí, aquí era
su puerto de destino y desembarque, estaba segura.
Muchas, mejor dicho, casi todas las respuestas
coincidían con lo que ella quería escuchar, expresamente dejó para lo último
las preguntas que le darían la respuesta
esperada.
Era ella la que hacía las preguntas y su
compañera escuchaba y escribía o parecía que escribía.
—¿Le gusta leer?
—Sí, mucho, leo de todo.
—¿Le gusta la poesía?
—Sí.
—¿Ha leído poesía de Neruda?
—Claro que sí, es el poeta que más me
gusta —dijo él mirándola a los ojos—. Si
quieres te recito un poema.
—¡Sí, sí por favor! —respondió ella nerviosa y
sonrojada, mirando a su amiga como diciéndole— ¡Es él!
—“Desde el fondo de ti, y arrodillado,
Un niño triste como yo nos mira”
Y él recitó completo ese gran poema de Neruda
titulado “Farewell” (Adiós, despedida)
Ella ya no cabía en sí, exaltada y con euforia
disimulada miraba a su amiga, lo miraba a él, miraba a su amiga y no sabía dónde
más mirar.
Él un poco cohibido después de recitar
Farewell se sintió arrepentido de su entusiasmo y pensó que no debiera dar a
conocer sus gustos y preferencias íntimas.
—¿Que hace en sus ratos libres.
—Veo televisión.
—¿Qué ve?
—Noticias, futbol, programas de entretención y
casi todos los programas de farándula, me llevo el día en eso.
—¿…….? —perpleja miró a su amiga.
—¿A qué hora escribe?
—No, yo no escribo.
—¿Y entonces?
—¿Entonces qué?
—¿Tiene computador?
—No, y
creo que nunca voy a tener, a mi edad eso ya no es para mí, además no sé nada
de computación, internet y eso que hoy llaman redes sociales, correo
electrónico, chateo y no sé cuántas cosas más que para mí son chino.
.
La taza cayó sobre la mesa y el poco de café
que quedaba en ella se derramo sobre el papel donde escribía su compañera encuestadora.
Ella, rápidamente pasó del entusiasmo y la
euforia a una desilusión inesperada y el rojo del entusiasmo en su rostro a una
palidez casi cadavérica.
Miró a su amiga como diciéndole que ella
siguiera con la conversación. La amiga entendió muy bien la mirada y se puso de
pie diciendo que ya se les estaba haciendo tarde y tenían que hacer otras
visitas, agradeció la buena disposición a la encuesta y además la atención
brindada y se retiraron.
Mientras esperaban el autobús que las llevaría
a su barrio ella, con cara de tristeza
le dijo a su compañera:
—Me hubiera gustado enormemente que el último
hombre que entrevistamos hubiera sido mi amor virtual, puesto que así lo he idealizado en mis sueños, eso sí, sin esos
gustos de televisión y esa ignorancia en computación, internet, redes sociales,
chateo y todo eso.
Su compañera le dijo:
—Amiga, me vas a perdonar, pero ya no te voy a
acompañar más en tu aventura, me he convencido que nunca lo vamos a encontrar.
—No importa
—dijo ella— pediré a alguien que me acompañe y si nadie
quiere hacerlo seguiré sola hasta encontrarlo, igual quiero que sepas que
agradezco tu ayuda amiga.
—Desiste amiga enamorada de un imposible,
desiste, no lo vas a encontrar, olvídalo, yo sé que no lo vas a encontrar. Te
puedo asegurar que es posible que haya sido todo una mentira… aunque mejor
piensa que fue un sueño.
Por la ventana de su departamento del tercer
piso él observó como las dos jóvenes
subían a un autobús, ella fue la primera en subir, la compañera de más
edad, antes de subir se detuvo unos instantes y miro fija y detenidamente hacia
aquella ventana como sabiendo que eran observadas, luego levantando levemente su
mano derecha hizo movimientos como diciendo:
—Adiós amigo, entendí todo muy bien, siga
escribiendo, yo también lo voy a leer y es muy posible que algún día de estos
lo venga a visitar —e inmediatamente subió al autobús que se perdió al final de
la calle.
Él se alejó de la ventana, se sentó en su
silla giratoria pensando en todo aquello que había sucedido. Luego de tomar una
taza de café bien cargado se puso a escribir y sin dejar de hacerlo hasta
terminar, llegó al final del cuento que tenía esbozado en su computador: “El
viejo y la flaca” no sin antes cambiar
el título a “La distancia de la cercanía”
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