jueves, febrero 12, 2015

Hormigas jorobadas



Vicente Herrera Márquez


A raíz de que un grupo de amigos kiltrenses (Amigos pertenecientes a una cofradía literaria) tuvieron que abandonar abruptamente su expedición por la cordillera del norte de la provincia de Neuquén en Argentina, huyendo despavoridos del enojo del volcán Domuyo y dejando abandonadas algunas pertenencias en el lugar,  es que me propuse dado que de que vivo relativamente cerca del lugar, hacer un viaje rápido de fin de semana para ver si podía rescatar aquello que abandonaron o cualquier otra cosa que con el apuro pudieran haber perdido y que sea de necesidad para ellos.
Para el día sábado se había anunciado un sol de primavera que entibiaría Santiago de Chile y varias regiones más al sur, aunque estamos en pleno invierno. Cargué en mi pequeño auto ropa térmica especial para esos parajes de cordillera, zapatos o mejor dicho botines para montaña, un termo grande con café, carpa tipo igloo, algunas barras de chocolate, saco de dormir, cámara fotográfica, el notebook con dos baterías cargadas y lo más importante para estar en la montaña: un par de botellas de vino tinto cabernet souvignon. Lo que faltara lo compraría por el camino antes de empezar a subir los cerros de la cordillera de Neuquén.
Como mi auto es pequeño y de poca cilindrada ya el día anterior había conversado con una hija que tiene una camioneta moderna doble cabina y tracción 4 x4 para hacer un cambio por unos días, yo le dejaba el coche y ella me facilitaba la camioneta. Ya cargado con todo lo que iba a llevar me fui hasta la casa de ella. Hice el cambio de carga, le deje el coche y con las recomendaciones de que me cuidara en el camino, manejara con cuidado y de que no tomara mucho,  partí en demanda de la autopista hacia el sur, no sin antes pasar a llenar el estanque de combustible.
Como dije, el día prometía ser primaveral y la hora era muy temprano en la mañana, recién estaba amaneciendo, era de esperar que se cumplieran los pronósticos. Llegué a la autopista y apreté el acelerador hasta 120, la velocidad máxima permitida, para que arriesgar una multa. También puse el mp3  donde tengo como 120 canciones de Elvis para que me acompañe en este viaje en estos días en que recordamos al Rey.
Santiago y corriendo hacia el sur, Rancagua, San Fernando, Curicó, Talca, Linares, Chillán, Los Ángeles, desde aquí, al este rumbo a Antuco, Chacay, Los Barros, cordillera de Los Andes, Paso fronterizo Pichacén,  y ya estoy en Argentina, las cinco de la tarde y cielo nublado, amenazando lluvia.
Quiero llegar a Chos Malal el pueblo más grande  de esa parte de la provincia de Neuquén, buscar una hostal y comer, pues vengo con bastante apetito, sólo he comido  un par de emparedados y galletitas y como tres litros de bebida gaseosa, luego dormir para salir temprano rumbo norte con dirección a Aguas Calientes o  las renombradas Hoyetas bramadoras del Domuyo. Se pronosticaban fuertes nevadas para esa zona en tres o cuatro días más, por eso mi propósito era no estar más de dos días buscando el abandonado campamento de mis amigos y volver. Llené el estanque de combustible más dos bidones metálicos de 25 litros cada uno, en esos parajes nunca se sabe lo que puede pasar.
Bueno, tratando de abreviar antes de que comience a nevar. Gracias a que se me ocurrió ir en la 4 x 4 ya antes del mediodía siguiente estaba buscando indicios que hubieran dejado mis amigos. No costó mucho encontrar rastros, lo primero fue gran cantidad de unas tortas de estiércol que no podrían ser de otro animal que del camello de uno de los excursionistas, puesto que vacas no había en esos parajes, también una cantidad de bolas de arroz quemado casi del tamaño de una pelota de tenis, era el arroz que cocinaba para todos una de las excursionistas de nacionalidad española, “especialista” en arroz
Cómo ya estaba en el lugar preciso antes de seguir y como mi intención era por lo menos pasar una noche en el lugar, preferí armar la carpa, extender el saco de dormir, sacar lo que había llevado para beber desde Santiago y lo que había comprado para comer en Chos Malal, empanadas, carne de cordero, carbón por si no encontraba leña, café, sal para el asado, azúcar para el café, pan y también una pequeña parrilla para asados que siempre anda en la camioneta.
Una vez armada la carpa y dispuesto la carne para asarla me senté en una piedra grande y descorché una botella de vino, con un vaso desechable de esos que también siempre andan en la camioneta me dispuse a hacer un brindis por mis amigos y por la tierra, por la Pachamama, cosa que ellos no hicieron, por eso se enojó con ellos. Mientras bebía veo entre algunas pequeñas rocas algunas botellas plásticas de bebidas cola vacías, al acercarme vi que bajo ellas también habían varias que aún no se habían abierto y también había botellas de tequila, de jerez, de ginebra, ron, gin y todas estaban con licor, algunas con un cuarto otras media y alguna casi llena y mirando alrededor vi, sin mentir, creo que una veintena de botellas de estos licores vacías, lo que me hizo suponer que las fiestas habían sido bien regadas.
Mientras buscaba algo de leña para hacer el fuego de repente me llamó la atención algo brillante en el suelo que estaba semienterrado, lo que menos podría pensar que allí iba a encontrar, lo recogí y lo eche a un bolsillo de la casaca que llevaba puesta, para revisarlo más tarde.
Estaba muy rico el cordero, hacía años que no comía cordero argentino, así que entre el cordero y el vino me dio sueño, me senté en la camioneta escuchando a Elvis y me quedé dormido y en el sueño profundo comenzaron a entrar mis amigos escritores-excursionistas, llegaron todos, cinco mujeres y cuatro varones además de un camello y una hormiga, estos dos últimos sendas mascotas de dos de ellos. Estuvieron un rato conmigo contándome de su estadía y de lo bien que lo estaban pasando, luego las mujeres tomaron sus toallas y dijeron que se iban a un arroyo de aguas calientes que corría como a cincuenta metros de allí y los hombres llevando un par de botellas de ron, bebida cola de 2 litros y varios vasos desechables de los que yo había traído se fueron en dirección contraria llevando con ellos a la hormiga y el camello, mientras se alejaban iban discutiendo en forma acalorada sobre unas apuestas…
Con el rock de la cárcel me despertó Elvis y me puse a pensar en el sueño que había tenido, me tomé un café bien cargado y salí a recorrer. Me fui en la dirección hacia donde habían ido los hombres en el sueño, caminé unos doscientos metros y llegue a una explanada tras unas grandes rocas donde se notaban muchas huellas del camello, de la patineta que alguno de ellos llevaba a todas partes y también  una especie de cancha de tenis. Encontré varias pelotas de tenis, una paleta rota, varias botellas vacías y lo que más me llamó la atención varios dados y muchas cartas de una baraja española desparramadas entre rocas y matorrales y un trozo de cartón donde había varias anotaciones  de juego de dados y de naipes, parece que estaban en lo mejor jugando cuando comenzó la erupción. Recogí todo lo que allí había y lo puse en una bolsa plástica que encontré. ¿Estarían jugando por dinero? ¿Qué más podrían estar jugando estos cuatro muchachos?
Volví al campamento, dejé lo que había recogido y me fui en busca del arroyo de aguas calientes, efectivamente, tal como en el sueño como a cincuenta metros corría un arroyo de aguas bien calientes, lo primero que encontré fue un sombrero blanco, y un poco más allá entre las rocas habían prendas como faldas y jeans, también blusas y ropa interior femeninas de distintos colores, de marcas como Dulce Carola, Caro Cuore, Panache, Freya y otras que no recuerdo, de tallas 36, 38, 40 y copas B y C, tamaños que calculé de acuerdo a mi experiencia. Y también parece que allí estaban todas sumergidas en el agua cuando sobrevino la erupción y salieron despavoridas sin acordarse de recoger ni siquiera las prendas, me las imagino a todas corriendo envueltas en sus toallas. Recogí todo y no miento que, mientras lo hacía, imaginaba cinco  bellos cuerpos desnudos disfrutando de las bondades de las aguas termales.
Llegue al campamento, ya estaba oscureciendo y el frío se hacía sentir, como había recogido leña y además tenía carbón hice una fogata para que se mantuviera toda la noche, calenté el cordero que estaba en la parrilla, me serví un vaso de vino, le di más volumen a Elvis y mientras comía y bebía me puse a pensar que si soñé con mis amigos y el sueño me ayudo a saber que hacían de día, era posible que en la noche mientras yo duerma puedan venir de nuevo a mi sueño y me den indicios de lo que hacían de noche.
Como a las diez, después de beber toda la botella de vino, reavivar el fuego, apagar la radio y disponerme a ir a la carpa a acostarme comenzaron a sentirse unos fuertes ruidos y temblores que realmente me asustaron. Muy acostumbrado a temblores y terremotos puedo estar, pero de que les tengo temor y respeto, les tengo.
Me acordé que había leído algo referente a esos temblores y que el Domuyo en realidad no es un volcán, sino que esos temblores o bramidos son producidos por la acción geotérmica del sector, por eso las hoyetas que braman, hierven y expelen agua. Pero yo solo en esos parajes, con ganas de vivir un poco más o por lo menos alcanzar a entregar a mis amigos lo que encontré  y además pensando en la camioneta de mi hija es que decidí salir de allí inmediatamente, junté todo lo que había recogido, las cosas que yo había traído, el saco de dormir, la carpa y la parrilla, acomodé todo en la camioneta y el cerro seguía bramando y me imaginaba a mis amigas desnudas en el arroyo de agua caliente y mis amigos huyendo de le juego dejando allí tirados los dados, los naipes y el cartón donde anotaban las apuestas…
Pero la noche era una boca de lobo, amenazaba lluvia, los caminos no son muy buenos y como que me acostumbraba al bramido del cerro decidí esperar la mañana, subí a la camioneta, saque una barra de chocolate y entre bramidos, temblores y chocolate esperé que llegara el sueño.
A pesar de todo dormí, pero no soñé, es decir soñé, pero no con mis amigos excursionistas, sino que, con una chica argentina de un poco más al sur que hace mucho tiempo fue un volcán en mi camino. De todas formas me habría gustado que hubieran venido en sueño mis amigos y me mostraran lo que hacían en esas noches de frío en la montaña.
Al despertar el cielo seguía encapotado, se sentía mucho frío, hice arrancar el motor, encendí la calefacción, le di volumen a Elvis, comí un buen trozo de chocolate y tomé café para entrar en calor. El cerro estaba calmo y tranquilo y de repente me acordé de algo que había encontrado y tenía guardado en un bolsillo. Lo busque, lo limpie y vi lo que era. Era una tarjeta de memoria de una cámara fotográfica.
Mientras comía chocolate y tomaba café saqué el notebook lo encendí puse en el lector de tarjetas la tarjeta encontrada y había allí gran cantidad de fotografías de todos mis amigos expedicionarios, cuando se juntaron, cuando iban en un autobús desde Neuquén hasta Chos Malal,  de la larga caminata hasta el lugar donde acamparon y de muchas situaciones jocosas y entretenidas de la estadía, incluso del ultimo día cuando se bañaban en esa pequeña piscina del arroyo, tal como yo las había imaginado. Algunas fotos estaban borrosa, otras estaban veladas, y encontré algunas de aquello que no alcancé a soñar, pero esas fotos mejor las voy a velar yo, son situaciones muy especiales, particulares e íntimas que deben mantenerse en el ámbito privado, solo ustedes amigos se acordaran como se entretenían en esas frías noches, es cierto ahora también lo sé yo, pero por mí pierdan cuidado: Soy una tumba sellada para siempre. (Mientras no tome más de una botella)
Lo que sí me llamó la atención son unas tomas (Que no voy a borrar) de un juego muy especial, incluso hasta podría calificarse de extraño, irreverente para algunos,  de mal gusto para otros, alguien incluso podría calificarlo de pornográfico. En cambio yo lo encuentro divertido, si un poco chocante, pero divertido. Son fotos que alguien quizás podría  calificar hasta de artísticas y dignas de una exposición. Son fotografías  de situaciones vividas entre una hormiga coqueta y un camello falto de cariño.
Apagué el computador, puse primera, solté el freno, Elvis cantaba “No seas cruel” y en el parabrisas de un lado a otro cruzaba una compacta fila de hormigas jorobadas

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