Vicente Herrera Márquez
Un hombre compra un diario y una pequeña caja de leche con chocolate en el kiosco de la esquina y aborda el autobús amarillo que de lunes a viernes lo lleva a su trabajo, en aquella mañana lluviosa de julio. Mira su reloj y ve que es muy buena hora para llegar puntual a la fábrica, al ver que éste marca exactamente las 07:30 AM.
A dos paraderos desde donde él subió,
y ya habiendo pasado cinco minutos, corriendo y jadeando sube otro hombre que
también mira su reloj y observa que también éste marca exactamente las 07:30
AM. También lleva un diario bajo el brazo, por coincidencia el mismo que compró
el pasajero anterior.
Este hombre que sube, se sienta en el
único asiento que queda desocupado, justo al lado del hombre que había subido
unas cuadras antes.
Sin mirar, o sin ver al pasajero
vecino, este último abre el diario y se pone a leerlo al igual que su vecino de
asiento que también comienza en ese mismo momento a leer su propio diario,
después de tomar un par de sorbos de su leche chocolatada, mientras trataba de
observar la calle y la lluvia por el vidrio empañado de la ventana del autobús.
Algo extraño hay entre ellos, son muy
parecidos en su físico y en sus facciones, más bien son prácticamente
idénticos.
¿Acaso serán hermanos gemelos?
Pero al parecer no lo son y además ni
se conocen, pues se ignoran por completo, y hasta parece que ninguno de ellos
se da cuenta el uno del otro, como si alguno o ambos no existieran.
Sin embargo, tienen otras
particularidades, como por ejemplo, ambos llevan relojes pulsera de idéntica
marca y características, con esferas
digitales de brillantes números, y los dos relojes con pulsera de cuero
color negro, la única diferencia es que uno de ellos está adelantado casi en
cinco minutos con relación al otro o viceversa uno atrasado en relación al
otro.
Además de ser ellos idénticos,
prácticamente visten igual, ambos van con camisa blanca, traje gris claro bien
planchado, impermeable color gris oscuro y zapatos negros que a pesar de la
lluvia se ven bien lustrados, gris claro también el sombrero de tela especial
para la lluvia.
La diferencia está en que sólo uno de
ellos lleva puesta una corbata azul, el otro también lleva corbata, pero la
lleva en un bolsillo de su impermeable, de donde asoma una punta y también se
ve que es azul, al parecer no alcanzó a ponérsela.
En sus bolsillos ambos llevan, cada
uno, un sencillo llavero con tres llaves de similares características y una
billetera de cuero negro donde llevan sus documentos de identidad.
¡Y qué coincidencia!
Ambos pasajeros usan anteojos
ópticos iguales para leer y portan billeteras similares donde guardan sus
documentos. En una billetera hay $ 13.500 y en la otra también $ 13.500.
Los dos siguen leyendo sus respectivos
diarios, ambos diarios de 20 páginas cada uno. El primero que subió comenzó
leyendo la página número 19 (No miró la contratapa) y el segundo en subir
empezó leyendo la pagina 1(La portada)
Mientras uno avanza página a página el
otro retrocede.
En una de las paradas sube un vendedor
al cual uno de aquellos hombres, el que subió último, le compra un jugo de
naranja en envase plástico y paga $500 al vendedor. El vendedor se sorprende,
puesto que todos los días los pasajeros del mismo autobús le compran jugos,
galletitas, chicles y caramelos y ese día solo el pasajero que le compró el
jugo.
Siguen cada uno leyendo el diario,
mientras uno retrocede en las páginas el otro avanza o viceversa uno avanza y
el otro retrocede.
El primero lee la 19, el segundo la 1
El segundo lee la 2, el primero la 18
El primero lee la 17. El segundo la 3
El segundo lee la 4, el primero la 16
El primero la lee 15, el segundo la 5
El autobús avanza por las calles de la
ciudad, prácticamente su recorrido la atraviesa de sur a norte, suben y bajan
pasajeros, suben y bajan vendedores, suben y bajan músicos y cantantes y también
un señor bajito, flaco, con traje raído y con corbata que alguna vez fue roja,
vendiendo enhebradores para agujas.
Los relojes ahora marcan una menor
diferencia de minutos, poco más de dos, parece que uno trata de alcanzar al
otro o el otro espera para que lo alcance.
Los dos hombres siguen leyendo sendos
diarios, el uno lo hacía de la 1 a la 20 el otro lo hacía de la 20 a la 1.
El segundo la 6, el primero 14.
El primero la 13, el segundo la 7
A medida que se acercan a las páginas
centrales ambos sienten como que el asiento se torna estrecho y que el microbús
avanza a más velocidad de la debida y sienten una ráfaga de viento helado que
penetra por la puerta delantera y recorriendo el pasillo escapa por la puerta
trasera. Sensaciones que sólo inquietan a esos dos pasajeros.
A pesar de esas sensaciones, muy
particulares de cada uno, siguen ensimismados en la lectura de sus diarios y
cosa curiosa, ambos tardan el mismo tiempo en leer cada página de aquél, pues
el cambio de una a otra es simultaneo.
Los relojes han acortado aún más su
diferencia de hora, ahora ella es de menos de un minuto y los números parecen
más brillantes.
El segundo lee la 8, el primero la 12
El primero lee la 11, el segundo la 9
El autobús sigue avanzando a toda
velocidad, mientras la lluvia afuera es un diluvio.
Ambos hombres simultáneamente llegan,
el segundo dando vuelta la hoja de la 9 a la 10 y el primero de la 11 a la 10
en sus respectivos periódicos…
En ese preciso y justo momento el
autobús choca con un pesado camión que intempestivamente cruza la calzada
mojada y resbaladiza, produciéndose una gran colisión en una calle adoquinada,
de un barrio alejado del centro de aquella ciudad…
En medio del chirrido de frenos, el
ruido de vidrios rotos y de latas retorcidas los dos hombres, quitándose
ambos sus anteojos ópticos, se miran por primera vez y con sorpresa y estupor
ven como se reflejan cada uno en el rostro del otro, como si estuvieran frente
a un espejo, solo que uno está sin corbata. Esa visión dura solo una décima de
segundo o quizás una fracción de centésima de segundo…
Mientras el autobús da tumbos y
fuertes sacudidas, por lo cual ambos pasajeros salen despedidos con fuerza al
exterior. Después de volcar en el pavimento mojado y dar un par de volteretas
más, se estabiliza a unos cincuenta metros más adelante.
Se juntó gran cantidad de curiosos,
llegaron varias ambulancias, también un camión de bomberos, se presumía que
había muchas personas con graves consecuencias. Sin embargo los policías que
llegaron en varios vehículos inmediatamente se dieron cuenta que a pesar de la
violencia del choque, los pasajeros salvo alguna fractura menor, contusiones,
rasguños y susto, no tenían grandes problemas que lamentar. Las víctimas
fatales serían aquellas dos personas que salieron despedidas por la ventana
cincuenta metros más atrás.
Al interrogar, los policías, a los
pasajeros ilesos, el único que realmente aseguraba que eran dos personas las
que volaron por los aires y que iban en asientos contiguos era el vendedor de
enhebradores de agujas, de los demás ninguno estaba seguro de ello.
Grande fue el estupor de los policías
y del oficial a cargo, como también del funcionario que debía autorizar el
levantamiento de los cuerpos de los occisos, al constatar que era solo una la
persona fallecida, mientras que algunos
pasajeros, aunque no muy seguros,
seguían diciendo que eran dos las personas que de ese asiento habían salido
disparadas violentamente en una de las vueltas del autobús y el que más
aseguraba e insistía que eran dos personas, era el vendedor de enhebradores
para agujas.
Recorrieron y buscaron minuciosamente
por el lugar pero no había otro cuerpo, solo uno.
Perplejos, quedaron oficial y
policías, cuando se dieron cuenta que el occiso portaba dos relojes de
similares características y que ambos marcaban la misma hora: las 9:00 AM que
fue el momento preciso del fatal accidente, además encontraron dos bolígrafos
metálicos similares, sendos llaveros con tres llaves de similares
características cada uno, también dos billeteras iguales de cuero negro y con
documentos repetidos con el mismo nombre, la misma edad, la misma nacionalidad
y con fotos casi, casi idénticas; la diferencia era que una mostraba los ojos
un poco más cerrados que la otra, como si hubiera habido un pequeño lapso de tiempo
entre la toma de una y la otra , y otra diferencia era que en una habían 13.000
pesos y en la otra 13.500, una diferencia de $ 500, el mismo valor de una
gaseosa que el oficial compró a un vendedor que de repente apareció por
el lugar y al querer comprar un chicle el vendedor había desaparecido. A esto
agregaron dos pares de anteojos ópticos que un policía encontró en el piso del
autobús, debajo del asiento donde supuestamente iban aquellos dos pasajeros y
lo más extraño era que los cristales no habían sufrido ningún daño.
Al oficial los detalles que más le
intrigaban, además de los relojes de igual marca y características, eran que el
muerto llevaba puesta una corbata azul y otra similar en un bolsillo de su
impermeable, también una botella plástica de jugo de naranja mezclado con leche
chocolatada y una caja de leche chocolatada mezclada con jugo de naranja.
Después de un rato y de los trámites
de rigor el oficial miró la hora en su reloj pulsera: las 10:00 AM y se acordó
de aquellos relojes que tanto le llamaron la atención. Los volvió a mirar
detenidamente y se dio cuenta de que estaban funcionando, uno marcaba las 09:55
AM, igual que el suyo y el otro tenía las 10:00 AM, es decir estaba adelantado
en cinco minutos con relación a los otros.
Quiso preguntar la hora a un policía
cercano, luego se arrepintió y cabizbajo se alejó caminando lentamente pensando
y preguntándose:
—¿Tiempos paralelo desfasados por
minutos? ¿Murió una persona o fueron dos? ¿Dos personas distintas o la misma
dos veces?
—¿En qué tiempo estaré yo, estaré
cinco minutos adelantado o cinco minutos atrasado?
Y con esos pensamientos compró un
chicle al mismo vendedor que le vendió la gaseosa, hacía poco rato y
extrañamente había desaparecido, ahora extrañamente lo encontró en la esquina
conversando con el señor flaco y bajito que vendía enhebradores de agujas y también agujas.
Ya no llovía, observó la calle, el
cielo nublado, el autobús chocado, a los vendedores…
Varios minutos estuvo, ensimismado en
sus cavilaciones, observando el suelo mojado. Nuevamente miró la calle y vio
que los vendedores se iban desplazando velozmente en dirección contraria al
autobús chocado, hasta perderse al doblar una esquina y seguir apurados en
demanda de una calle paralela.
Con una decena de interrogantes
anotadas en su libreta, subió a un automóvil que lo esperaba, miró la hora… y
pensando en el paralelismo de las calles, se alejó del lugar.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario