jueves, febrero 12, 2015

El paralelismo de las calles


Vicente Herrera Márquez


Un hombre compra un diario y una pequeña caja de leche con chocolate en el kiosco de la esquina y aborda el autobús amarillo que de lunes a viernes lo lleva a su trabajo, en aquella mañana lluviosa de julio. Mira su reloj y ve que es muy buena hora para llegar puntual a la fábrica, al ver que éste marca exactamente las 07:30 AM.
A dos paraderos desde donde él subió, y ya habiendo pasado cinco minutos, corriendo y jadeando sube otro hombre que también mira su reloj y observa que también éste marca exactamente las 07:30 AM. También lleva un diario bajo el brazo, por coincidencia el mismo que compró el pasajero anterior.
Este hombre que sube, se sienta en el único asiento que queda desocupado, justo al lado del hombre que había subido unas cuadras antes.
Sin mirar, o sin ver al pasajero vecino, este último abre el diario y se pone a leerlo al igual que su vecino de asiento que también comienza en ese mismo momento a leer su propio diario, después de tomar un par de sorbos de su leche chocolatada, mientras trataba de observar la calle y la lluvia por el vidrio empañado de la ventana del autobús.
Algo extraño hay entre ellos, son muy parecidos en su físico y en sus facciones, más bien son prácticamente idénticos.
¿Acaso serán hermanos gemelos?
Pero al parecer no lo son y además ni se conocen, pues se ignoran por completo, y hasta parece que ninguno de ellos se da cuenta el uno del otro, como si alguno o ambos no existieran.
Sin embargo, tienen otras particularidades, como por ejemplo, ambos llevan relojes pulsera de idéntica marca y características, con esferas  digitales de brillantes números, y los dos relojes con pulsera de cuero color negro, la única diferencia es que uno de ellos está adelantado casi en cinco minutos con relación al otro o viceversa uno atrasado en relación al otro.
Además de ser ellos idénticos, prácticamente visten igual, ambos van con camisa blanca, traje gris claro bien planchado, impermeable color gris oscuro y zapatos negros que a pesar de la lluvia se ven bien lustrados, gris claro también el sombrero de tela especial para la lluvia.
La diferencia está en que sólo uno de ellos lleva puesta una corbata azul, el otro también lleva corbata, pero la lleva en un bolsillo de su impermeable, de donde asoma una punta y también se ve que es azul, al parecer no alcanzó a ponérsela.
En sus bolsillos ambos llevan, cada uno, un sencillo llavero con tres llaves de similares características y una billetera de cuero negro donde llevan sus documentos de identidad.
¡Y qué coincidencia!
Ambos pasajeros usan  anteojos ópticos iguales para leer y portan billeteras similares donde guardan sus documentos. En una billetera hay $ 13.500 y en la otra también $ 13.500.
Los dos siguen leyendo sus respectivos diarios, ambos diarios de 20 páginas cada uno. El primero que subió comenzó leyendo la página número 19 (No miró la contratapa) y el segundo en subir empezó leyendo la pagina 1(La portada)
Mientras uno avanza página a página el otro retrocede.
En una de las paradas sube un vendedor al cual uno de aquellos hombres, el que subió último, le compra un jugo de naranja en envase plástico y paga $500 al vendedor. El vendedor se sorprende, puesto que todos los días los pasajeros del mismo autobús le compran jugos, galletitas, chicles y caramelos y ese día solo el pasajero que le compró el jugo.
Siguen cada uno leyendo el diario, mientras uno retrocede en las páginas el otro avanza o viceversa uno avanza y el otro retrocede.
El primero lee la 19, el segundo la 1
El segundo lee la 2, el primero la 18
El primero lee la 17. El segundo la 3
El segundo lee la 4, el primero la 16
El primero la lee 15, el segundo la 5
El autobús avanza por las calles de la ciudad, prácticamente su recorrido la atraviesa de sur a norte, suben y bajan pasajeros, suben y bajan vendedores, suben y bajan músicos y cantantes y también un señor bajito, flaco, con traje raído y con corbata que alguna vez fue roja, vendiendo enhebradores para agujas.
Los relojes ahora marcan una menor diferencia de minutos, poco más de dos, parece que uno trata de alcanzar al otro o el otro espera para que lo alcance.
Los dos hombres siguen leyendo sendos diarios, el uno lo hacía de la 1 a la 20 el otro lo hacía de la 20 a la 1. 
El segundo la 6, el primero 14.
El primero la 13, el segundo la 7
A medida que se acercan a las páginas centrales ambos sienten como que el asiento se torna estrecho y que el microbús avanza a más velocidad de la debida y sienten una ráfaga de viento helado que penetra por la puerta delantera y recorriendo el pasillo escapa por la puerta trasera. Sensaciones que sólo inquietan a esos dos pasajeros.
A pesar de esas sensaciones, muy particulares de cada uno, siguen ensimismados en la lectura de sus diarios y cosa curiosa, ambos tardan el mismo tiempo en leer cada página de aquél, pues el cambio de una a otra es simultaneo.
Los relojes han acortado aún más su diferencia de hora, ahora ella es de menos de un minuto y los números parecen más brillantes.
El segundo lee la 8, el primero la 12
El primero lee la 11, el segundo la 9
El autobús sigue avanzando a toda velocidad, mientras la lluvia afuera es un diluvio.
Ambos hombres simultáneamente llegan, el segundo dando vuelta la hoja de la 9 a la 10 y el primero de la 11 a la 10 en sus respectivos periódicos…  
En ese preciso y justo momento el autobús choca con un pesado camión que intempestivamente cruza la calzada mojada y resbaladiza, produciéndose una gran colisión en una calle adoquinada, de un barrio alejado del centro de aquella ciudad…
En medio del chirrido de frenos, el ruido de vidrios rotos y de latas retorcidas los  dos hombres, quitándose ambos sus anteojos ópticos, se miran por primera vez y con sorpresa y estupor ven como se reflejan cada uno en el rostro del otro, como si estuvieran frente a un espejo, solo que uno está sin corbata. Esa visión dura solo una décima de segundo o quizás una fracción de centésima de segundo…
Mientras el autobús da tumbos y fuertes sacudidas, por lo cual ambos pasajeros salen despedidos con fuerza al exterior. Después de volcar en el pavimento mojado y dar un par de volteretas más, se estabiliza a unos cincuenta metros más adelante.
Se juntó gran cantidad de curiosos, llegaron varias ambulancias, también un camión de bomberos, se presumía que había muchas personas con graves consecuencias. Sin embargo los policías que llegaron en varios vehículos inmediatamente se dieron cuenta que a pesar de la violencia del choque, los pasajeros salvo alguna fractura menor, contusiones, rasguños y susto, no tenían grandes problemas que lamentar. Las víctimas fatales serían aquellas dos personas que salieron despedidas por la ventana cincuenta metros más atrás. 
Al interrogar, los policías, a los pasajeros ilesos, el único que realmente aseguraba que eran dos personas las que volaron por los aires y que iban en asientos contiguos era el vendedor de enhebradores de agujas, de los demás ninguno estaba seguro de ello.
Grande fue el estupor de los policías y del oficial a cargo, como también del funcionario que debía autorizar el levantamiento de los cuerpos de los occisos, al constatar que era solo una la persona fallecida, mientras que algunos  pasajeros, aunque no muy  seguros, seguían diciendo que eran dos las personas que de ese asiento habían salido disparadas violentamente en una de las vueltas del autobús y el que más aseguraba e insistía que eran dos personas, era el vendedor de enhebradores para agujas.
Recorrieron y buscaron minuciosamente por el lugar pero no había otro cuerpo, solo uno.
Perplejos, quedaron oficial y policías, cuando se dieron cuenta que el occiso portaba dos relojes de similares características y que ambos marcaban la misma hora: las 9:00 AM que fue el momento preciso del fatal accidente, además encontraron dos bolígrafos metálicos similares, sendos llaveros con tres llaves de similares características cada uno, también dos billeteras iguales de cuero negro y con documentos repetidos con el mismo nombre, la misma edad, la misma nacionalidad y con fotos casi, casi idénticas; la diferencia era que una mostraba los ojos un poco más cerrados que la otra, como si hubiera habido un pequeño lapso de tiempo entre la toma de una y la otra , y otra diferencia era que en una habían 13.000 pesos y en la otra 13.500, una diferencia de $ 500, el mismo valor de una gaseosa que  el oficial compró a un vendedor que de repente apareció por el lugar y al querer comprar un chicle el vendedor había desaparecido. A esto agregaron dos pares de anteojos ópticos que un policía encontró en el piso del autobús, debajo del asiento donde supuestamente iban aquellos dos pasajeros y lo más extraño era que los cristales no habían sufrido ningún daño.
Al oficial los detalles que más le intrigaban, además de los relojes de igual marca y características, eran que el muerto llevaba puesta una corbata azul y otra similar en un bolsillo de su impermeable, también una botella plástica de jugo de naranja mezclado con leche chocolatada y una caja de leche chocolatada mezclada con jugo de naranja.
Después de un rato y de los trámites de rigor el oficial miró la hora en su reloj pulsera: las 10:00 AM y se acordó de aquellos relojes que tanto le llamaron la atención. Los volvió a mirar detenidamente y se dio cuenta de que estaban funcionando, uno marcaba las 09:55 AM, igual que el suyo y el otro tenía las 10:00 AM, es decir estaba adelantado en cinco minutos con relación a los otros.
Quiso preguntar la hora a un policía cercano, luego se arrepintió y cabizbajo se alejó caminando lentamente pensando y preguntándose: 
—¿Tiempos paralelo desfasados por minutos? ¿Murió una persona o fueron dos? ¿Dos personas distintas o la misma dos veces?
—¿En qué tiempo estaré yo, estaré cinco minutos adelantado o cinco minutos atrasado?
Y con esos pensamientos compró un chicle al mismo vendedor que le vendió la gaseosa, hacía poco rato y  extrañamente había desaparecido, ahora extrañamente lo encontró en la esquina conversando con el señor flaco y bajito que vendía  enhebradores de agujas y también agujas.
Ya no llovía, observó la calle, el cielo nublado, el autobús chocado, a los vendedores…
Varios minutos estuvo, ensimismado en sus cavilaciones, observando el suelo mojado. Nuevamente miró la calle y vio que los vendedores se iban desplazando velozmente en dirección contraria al autobús chocado, hasta perderse al doblar una esquina y seguir apurados en demanda de una calle paralela.
Con una decena de interrogantes anotadas en su libreta, subió a un automóvil que lo esperaba, miró la hora… y pensando en el paralelismo de las calles, se alejó del lugar.

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