jueves, febrero 12, 2015

El huésped



Vicente Herrera Márquez


Llegó en la noche  de un lluvioso y frío día de otoño, y sin pedir permiso o consentimiento se quedó alojado por veinte años.
Era molesto, inoportuno y además frío y calculador, siempre se las arreglaba para desbaratar cualquier plan de la familia y entorpecer la marcha del hogar.
A veces dormía largos días o sencillamente se iba sin avisar y sin avisar de repente volvía y nuevamente importunaba con su conducta inconciente, pues a cualquiera hora del día o de la noche me molestaba y por ende molestaba a toda la familia, no tenía ni la más mínima consideración.
Tratamos de hacerle la vida imposible de muchas formas, con muchas cosas, con tretas y engaños, incluso proporcionándole lo que pidiera y de ninguna forma nos podíamos deshacer de él.
Yo ya no sabía qué hacer con ese intruso impertinente ¿Cómo sacarlo del medio y echarlo de nuestra vida y de la casa?
Realmente me tenía al borde de la locura, y yo muchas noches ni dormía, pensando cómo sacarlo de mi entorno mientras soportaba sus impertinencias, muchas veces mientras todos dormíamos o mejor dicho, tratábamos de dormir
Le gustaba mucho la  cerveza y la pedía a cualquier hora del día o de la noche.
Un día, que  veíamos  un partido de futbol por la televisión y mientras, él tomaba cerveza a destajo,  se la mezclamos con un fuerte relajante muscular  y poco a poco le fuimos dando esta mezcla hasta que quedó completamente ebrio  y en un estado de sopor seminconsciente que lo hacía dormir a sobresaltos. La intención primitiva era doparlo hasta la inconciencia luego dejarlo en un lugar desde donde no pudiera regresar e incluso pasaron por mi mente instintos desconocidos hasta ahora.

El  huésped intruso, en medio del sopor producido por la cerveza sintió que un torrente de un líquido amarillento con olor fuerte de cerveza lo arrastraba con fuerza por un canal, estrecho, sinuoso y torrentoso, hasta caer en una laguna abovedada que despedía fuertes olores y un vaho nauseabundo que ocupaba el espacio sobre el líquido amarillento que poco a poco fue subiendo hasta la cubierta abovedada de lo que parecía una enorme caverna… allí debería ahogarse.
De repente en el centro de la laguna se produjo una tromba que lo succionó y lo arrastró en una  vorágine descontrolada y a tropezones avanzaba ahora por un ducto no tan estrecho como el anterior  pero que se contraía oponiéndose a su paso, pero la fuerza del torrente que lo empujaba hacía que el canal se expandiera permitiendo el paso de intruso. Este canal o túnel por el que avanzaba a gran velocidad era además  oscuro, serpenteante y tenebroso, pero sobre todo era muy, muy, muy largo…
Después de soportar el  largo  recorrido comenzó a ver claridad: pensó, estoy salvado…
Como bala salió expulsado del conducto que más parecía un inmenso  cañón, similar al Gran Bertha alemán, se sintió expelido por el aire limpio de noche de luna llena, que no eran otra cosa que la luz de tubos fluorescentes que pestañaban cíclicamente…hasta que con un fuerte impacto dio con su maltrecho cuerpo en una inmensa red que semejaba un gran colador de tallarines.

En ese momento se oye en el los parlantes del televisor el grito sublime del futbol: Gooooooooooooollll, el equipo de mis amores después de mucho batallar rompía el eterno empate en que se había transformado el partido.
¡Qué alivio! Puesto que desde ahora y de acuerdo a como los jugadores respondían  a los deseos de los hinchas el partido ya se sentía asegurado.
Me olvide de malestares y dolores pasajeros ni siquiera me importó una fuerte puntada en el vientre que desde hacía rato estaba sintiendo.
Mientras el partido continuaba con goles en ambos arcos y un empate persistente, lo que me produjo un estado de nerviosismo extremo y fuertes dolores en lado derecho de la cintura y del bajo vientre, después de percibir como convulsiones en la zona de la vejiga  y un fuerte dolor que recorrió parte de mi cuerpo, sin poder identificar exactamente qué parte, el equipo de mis amores comenzó a desequilibrar el partido, y al ver que ya ganaba por goleada sentí un alivio general del organismo y del cuerpo lo que me llevó a un estado de tranquilidad  que me sumió en una larga y reparadora siesta, como hacía ya tiempo no podía disfrutar.

En cuanto al intruso bueno para la cerveza, la verdad es que desde ese momento y hasta el día de hoy no he vuelto a saber de ese huésped tan molesto y calculador que invadió nuestras vidas, que causó tantos malestares y que entorpeciera mi vida diaria en la casa y en mi trabajo, pues no lo he dicho pero hasta en el trabajo  se las arreglaba para causarme problemas y molestias y con el tiempo llegué a saber que también a mi mujer le causo muchas, muchas molestias, ella nunca me lo dijo, pero hoy analizando aquellos momentos, recuerdo que incluso quiso abandonarme.
Bueno pero afortunadamente toda esa pesadilla pasó y con el tiempo la olvidé, no supe al final lo que pasó con aquel invasor de nuestra privacidad.

Bastantes años después cuando sufrí un fuerte infarto al miocardio, por el dolor del mismo,  me volví a acordar de aquel molesto cálculo renal que lleve alojado en el riñón derecho como huésped insoportable  por más o menos veinte años, y recordé como si fuera hoy, el diálogo entre médicos y enfermeras de aquél tiempo.
—Grande el cálculo que tenía este amigo, me imagino como le dolería al expulsarlo
—dijo con voz muy seria uno de los doctores.
Y una enfermera acoto:
—¡¡Y además nunca había visto ni tampoco imaginé camino taaaan laaaaargo para la expulsión de un cálculo renal!!

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