Vicente
Herrera Márquez
Llegó en la noche de un lluvioso y frío día de otoño, y sin
pedir permiso o consentimiento se quedó alojado por veinte años.
Era molesto, inoportuno y además
frío y calculador, siempre se las arreglaba para desbaratar cualquier plan de
la familia y entorpecer la marcha del hogar.
A veces dormía largos días o
sencillamente se iba sin avisar y sin avisar de repente volvía y nuevamente
importunaba con su conducta inconciente, pues a cualquiera hora del día o de la
noche me molestaba y por ende molestaba a toda la familia, no tenía ni la más
mínima consideración.
Tratamos de hacerle la vida
imposible de muchas formas, con muchas cosas, con tretas y engaños, incluso
proporcionándole lo que pidiera y de ninguna forma nos podíamos deshacer de él.
Yo ya no sabía qué hacer con ese
intruso impertinente ¿Cómo sacarlo del medio y echarlo de nuestra vida y de la
casa?
Realmente me tenía al borde de la
locura, y yo muchas noches ni dormía, pensando cómo sacarlo de mi entorno
mientras soportaba sus impertinencias, muchas veces mientras todos dormíamos o
mejor dicho, tratábamos de dormir
Le gustaba mucho la cerveza y la pedía a cualquier hora del día o
de la noche.
Un día, que veíamos
un partido de futbol por la televisión y mientras, él tomaba cerveza a
destajo, se la mezclamos con un fuerte
relajante muscular y poco a poco le
fuimos dando esta mezcla hasta que quedó completamente ebrio y en un estado de sopor seminconsciente que
lo hacía dormir a sobresaltos. La intención primitiva era doparlo hasta la
inconciencia luego dejarlo en un lugar desde donde no pudiera regresar e
incluso pasaron por mi mente instintos desconocidos hasta ahora.
El huésped intruso, en medio del sopor producido
por la cerveza sintió que un torrente de un líquido amarillento con olor fuerte
de cerveza lo arrastraba con fuerza por un canal, estrecho, sinuoso y
torrentoso, hasta caer en una laguna abovedada que despedía fuertes olores y un
vaho nauseabundo que ocupaba el espacio sobre el líquido amarillento que poco a
poco fue subiendo hasta la cubierta abovedada de lo que parecía una enorme
caverna… allí debería ahogarse.
De repente en el centro de la
laguna se produjo una tromba que lo succionó y lo arrastró en una vorágine descontrolada y a tropezones
avanzaba ahora por un ducto no tan estrecho como el anterior pero que se contraía oponiéndose a su paso,
pero la fuerza del torrente que lo empujaba hacía que el canal se expandiera
permitiendo el paso de intruso. Este canal o túnel por el que avanzaba a gran
velocidad era además oscuro,
serpenteante y tenebroso, pero sobre todo era muy, muy, muy largo…
Después de soportar el largo
recorrido comenzó a ver claridad: pensó, estoy salvado…
Como bala salió expulsado del
conducto que más parecía un inmenso
cañón, similar al Gran Bertha alemán, se sintió expelido por el aire
limpio de noche de luna llena, que no eran otra cosa que la luz de tubos
fluorescentes que pestañaban cíclicamente…hasta que con un fuerte impacto dio
con su maltrecho cuerpo en una inmensa red que semejaba un gran colador de
tallarines.
En ese momento se oye en el los
parlantes del televisor el grito sublime del futbol: Gooooooooooooollll, el
equipo de mis amores después de mucho batallar rompía el eterno empate en que
se había transformado el partido.
¡Qué alivio! Puesto que desde
ahora y de acuerdo a como los jugadores respondían a los deseos de los hinchas el partido ya se
sentía asegurado.
Me olvide de malestares y dolores
pasajeros ni siquiera me importó una fuerte puntada en el vientre que desde
hacía rato estaba sintiendo.
Mientras el partido continuaba
con goles en ambos arcos y un empate persistente, lo que me produjo un estado
de nerviosismo extremo y fuertes dolores en lado derecho de la cintura y del
bajo vientre, después de percibir como convulsiones en la zona de la
vejiga y un fuerte dolor que recorrió
parte de mi cuerpo, sin poder identificar exactamente qué parte, el equipo de
mis amores comenzó a desequilibrar el partido, y al ver que ya ganaba por
goleada sentí un alivio general del organismo y del cuerpo lo que me llevó a un
estado de tranquilidad que me sumió en
una larga y reparadora siesta, como hacía ya tiempo no podía disfrutar.
En cuanto al intruso bueno para
la cerveza, la verdad es que desde ese momento y hasta el día de hoy no he
vuelto a saber de ese huésped tan molesto y calculador que invadió nuestras vidas,
que causó tantos malestares y que entorpeciera mi vida diaria en la casa y en
mi trabajo, pues no lo he dicho pero hasta en el trabajo se las arreglaba para causarme problemas y
molestias y con el tiempo llegué a saber que también a mi mujer le causo
muchas, muchas molestias, ella nunca me lo dijo, pero hoy analizando aquellos
momentos, recuerdo que incluso quiso abandonarme.
Bueno pero afortunadamente toda
esa pesadilla pasó y con el tiempo la olvidé, no supe al final lo que pasó con
aquel invasor de nuestra privacidad.
Bastantes años después cuando
sufrí un fuerte infarto al miocardio, por el dolor del mismo, me volví a acordar de aquel molesto cálculo
renal que lleve alojado en el riñón derecho como huésped insoportable por más o menos veinte años, y recordé como
si fuera hoy, el diálogo entre médicos y enfermeras de aquél tiempo.
—Grande el cálculo que tenía este
amigo, me imagino como le dolería al expulsarlo
—dijo con voz muy seria uno de
los doctores.
Y una enfermera acoto:
—¡¡Y además nunca había visto ni
tampoco imaginé camino taaaan laaaaargo para la expulsión de un cálculo renal!!
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