Vicente Herrera Márquez
Un anciano jubilado está sentado, cabizbajo, en un
paradero de buses, en una esquina de una avenida en vísperas de Nochebuena. Sus
manos se notan temblorosas y en sus mejillas tiene marcado el rastro de lágrimas recientes.
La luz roja del semáforo detiene un automóvil tipo
Van con tres corridas de asientos, en el
cual viaja una familia con varios niños
que van alegres jugando con globos y van rodeados de muchos paquetes de regalos
envueltos en papeles multicolores.
Los niños miran al anciano y al unísono con toda la
potencia de sus voces infantiles le gritan: Feliz Navidad Abuelo, Feliz Navidad
y que tenga una linda Nochebuena.
El les brinda una mirada triste y trata de dibujar una
sonrisa en su rostro compungido.
Dos horas antes el mismo anciano estaba esperando su
turno dentro de un supermercado cercano, para pagar en una caja todo lo que
había comprado.
Algo más de una hora tardó en elegir todo lo que había
echado en el carro de compras, algo más de una hora para hacer cuadrar las
compras con su bolsillo de viejo jubilado.
Cargó en el carro todo lo que una vez al mes compraba
para su sustento mensual, arroz, fideos, azúcar, aceite, té, algunas conservas,
un poco de frutas y verduras y otras cosas menores, pero hoy por ser víspera de
Nochebuena sacó cuentas y agregó un pan de navidad , un trozo de carne para
asado, papas pre fritas y ensaladas, pensó un poco y agregó también una barra
de turrón (En su niñez pobre, no recuerda como, pero siempre hubo turrón en la
mesa de Nochebuena).
Cuando pasó por el sector de los vinos lentamente fue
mirando marcas y precios, se detuvo frente a uno de los vinos tintos que tomaba
cuando las circunstancias eran otras que no vale la pena recordar, total ya
fueron y pasaron.
Volvió a sacer cuentas y la plata no iba a alcanzar
pues había que dejar para los otros gastos del mes, pero aun así igual echó al
carro una botella de bastante menor precio que aquella de tiempos idos, de
todas formas ese era su lujo y su regalo para acompañar su frugal y solitaria
cena de Noche de Navidad.
Llegó su turno en la caja, pagó la suma de todo y
junto con el vuelto la joven cajera le dedico una sonrisa y un: Feliz Navidad
Abuelo.
Feliz Navidad Abuelo, le dijo también el muchacho que le entregó su
compra en dos bolsas de plástico.
Otro muchacho muy amable lo ayuda a cargar las bolsas
hasta llegar a la calle y sin recibirle la moneda que el anciano le quiere dar,
le dice : no se preocupe abuelo, que tenga Ud. Una Feliz Navidad.
Como es temprano y el día no está muy caluroso decide
ir a su casa caminando y así ahorrarse el boleto del bus.
Camina tres o cuatro cuadras, ya es más de la mitad
del camino y se sienta en una banca del paradero de buses a descansar y fumar
un cigarrillo; mientras lo hace se
acerca un joven de unos 17 años y le pide fósforos para encender un cigarrillo.
Le pasa una cajita de cerillos, el joven enciende un cigarro y le pregunta al
anciano si vive lejos, el responde que como cuatro cuadras más al sur, entonces
el muchacho dice: yo voy para el mismo lado si quiere le ayudo, déjeme cargar
las bolsas, el anciano agradecido permite que el joven cargue las bolsas.
Al poco andar, no más de veinte metros, el muchacho
corre atravesando la calle, esquivando los automóviles que van pasando y raudo se
aleja llevándose las bolsas y la navidad del abuelo.
Nadie lo ayuda,
la poca gente que transita por esa calle prácticamente no ven lo que pasa o se
hacen los desentendidos.
Ladran unos perros tras verjas de casas vecinas,
también se oye el ulular de una sirena que poco a poco se pierde en la
distancia.
Compungido vuelve a sentarse en la banca del paradero
de buses y piensa en el sabroso asado
que iba a preparar.
Piensa en la barra de turrón que le recordaría la
niñez.
Piensa en el vino tinto que la suma y resta de las
monedas le permitió comprar.
Y piensa en el largo mes esperando la próxima fecha de
pago de la escuálida pensión.
Los niños del automóvil con su inocencia le sacan de
sus cavilaciones y le recuerdan la
fecha, le dicen que esa noche pasa Santa Claus y que vendrá con muchos regalos
y el menor de ellos le pregunta que le pidió él a Santa, él le devuelve una sonrisa triste y responde:
Miren, allá en aquella esquina va doblando Santa Claus con mis dos bolsas de
regalos de Navidad.
El automóvil parte raudo, obedeciendo a luz verde del
semáforo, buscando la nochebuena y los chicos alegres vuelven a desearle con
todas sus sinceras e inocentes sonrisas: Feliz Navidad Abuelo
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