Vicente Herrera Márquez
Por la ventana entreabierta penetra el ruido
persistente sobrepasado en decibeles que viene de la calle, es el ruido propio
de las arterias de la gran ciudad que respira a más de cien kilómetros por
hora.
En su estudio de un cuarto piso, con un tazón
de café bien negro a su lado derecho, un cigarrillo que se eleva en humo desde
un cenicero a su lado izquierdo y pantalla con teclado frente a él, un hombre
escribe.
Con el ruido de la calle, el aroma del café y
el humo del cigarrillo un escritor está escribiendo.
Está esbozando la penúltima página de su
último cuento que ha titulado “La visita”
De pronto, abruptamente, sin dejar de escribir
con la mano derecha, con la izquierda levanta el auricular del teléfono, lo deja
sobre el escritorio y marca apurado un número de tres dígitos.
Inmediatamente contesta una agradable vos de
mujer.
Y mientras con una mano sostiene el auricular
y habla, con la otra torpemente comienza a escribir en la última página del
cuento: Algo me dice que hoy vendrá,
presiento que está cerca…
Desde el exterior ingresa por la ventana
entreabierta, además del ruido permanente de la calle, el sonido estridente de
una ambulancia que rauda avanza por las calles esperando salvar una vida.
Se escucha aún más cerca la sirena de la
ambulancia a la que se agrega otra que debe ser de un vehículo policial, parece
que van pasando por la avenida frente a la ventana del estudio.
El escritor mientras tanto sigue hablando
apurado y escribiendo sin darse cuenta que los vehículos de emergencia se
detienen frente a la puerta principal del edificio donde él vive y escribe.
Se escuchan ruidos, voces, pasos en las
escaleras del edificio.
Sigue escribiendo y hablando por teléfono sin
dar importancia a los ruidos del exterior.
De pronto oye fuertes golpes en su puerta. Se
levanta de su silla y tambaleante de dirige hasta la entrada, mira por el visor y ve a personas vestidas de blanco con
rostros que alarga y deforma el cristal de aumento del visor.
Trata de abrir la puerta y no puede, parece
que estuviera soldada al marco.
Siguen llamando insistentemente a su puerta.
El con toda su fuerza trata de abrir y por más
empeño que hace no puede, sus músculos tensos no pueden…
Desde afuera siguen los apremios y él sigue
tratando de abrir y una fuerza invisible se lo impide.
Grita a la gente que se ha reunido en el
pasillo y a todo pulmòn y con rabia les dice que aunque quiere no puede abrir.
Pero desde afuera, aunque grita, no escuchan
su voz, pues nadie contesta o pregunta.
Él, sí escucha una voz firme que dice:
Derribemos la puerta y ve por el visor como los policías se preparan para el
intento.
Instintivamente se hace a un lado y ve como la
puerta hecha pedazos permite el paso de un corpulento policía y más atrás
entran otro y hombres vestidos de blanco que parecen enfermeros o doctores… que
ni siquiera reparan en el él, que esta tembloroso y asustado a un lado de la
puerta derribada.
Y todos ellos más algunos vecinos curiosos
entran intempestivamente al departamento.
Todos buscan dentro de los cuartos hasta que
llegan a la salita donde está el computador que muestra en su pantalla
brillante la última página, inconclusa, del cuento “La Visita”
Él los ha seguido preguntando a gritos que
pasa y lo peor es que nadie lo oye y tampoco lo miran.
Allí él mismo junto a los policías, enfermeros
y vecinos ven que sobre el escritorio y con el teléfono en su mano izquierda está
el cuerpo inerte del escritor mientras
en el auricular se escucha una voz de mujer que dice: Resista, resista la
ambulancia ya está llegando a su casa…
El café derramado lentamente se escurre desde
la taza hacía el piso del departamento.
Mientras los enfermeros y policías retiran el
cuerpo inerte sentado frente al computador y lo depositan en una camilla, él
sin que nadie se percate de sus movimientos
se acerca al teclado y con dedos temblorosos agrega las palabras finales para completar la
página y el cuento:
Definitivamente hoy llegó la visita que estaba
esperando, parece ser hermosa…ahora voy a levantar su velo negro, para ver su sonrisa y conocer su mirada…
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