jueves, febrero 12, 2015

Final de cuento



Vicente Herrera Márquez


Por la ventana entreabierta penetra el ruido persistente sobrepasado en decibeles que viene de la calle, es el ruido propio de las arterias de la gran ciudad que respira a más de cien kilómetros por hora.
En su estudio de un cuarto piso, con un tazón de café bien negro a su lado derecho, un cigarrillo que se eleva en humo desde un cenicero a su lado izquierdo y pantalla con teclado frente a él, un hombre escribe.
Con el ruido de la calle, el aroma del café y el humo del cigarrillo un escritor está escribiendo.
Está esbozando la penúltima página de su último cuento que ha titulado “La visita”
De pronto, abruptamente, sin dejar de escribir con la mano derecha, con la izquierda  levanta el auricular del teléfono, lo deja sobre el escritorio y marca apurado un número de tres dígitos.
Inmediatamente contesta una agradable vos de mujer.
Y mientras con una mano sostiene el auricular y habla, con la otra torpemente comienza a escribir en la última página del cuento: Algo me dice que hoy  vendrá, presiento que está cerca…

Desde el exterior ingresa por la ventana entreabierta, además del ruido permanente de la calle, el sonido estridente de una ambulancia que rauda avanza por las calles esperando salvar una vida.
Se escucha aún más cerca la sirena de la ambulancia a la que se agrega otra que debe ser de un vehículo policial, parece que van pasando por la avenida frente a la ventana del estudio.
El escritor mientras tanto sigue hablando apurado y escribiendo sin darse cuenta que los vehículos de emergencia se detienen frente a la puerta principal del edificio donde él vive y escribe.

Se escuchan ruidos, voces, pasos en las escaleras del edificio.
Sigue escribiendo y hablando por teléfono sin dar importancia a los ruidos del exterior.
De pronto oye fuertes golpes en su puerta. Se levanta de su silla y tambaleante de dirige hasta  la entrada, mira por el visor  y ve a personas vestidas de blanco con rostros que alarga y deforma el cristal de aumento del visor.
Trata de abrir la puerta y no puede, parece que estuviera soldada al marco.
Siguen llamando insistentemente a su puerta.
El con toda su fuerza trata de abrir y por más empeño que hace no puede, sus músculos tensos no pueden…
Desde afuera siguen los apremios y él sigue tratando de abrir y una fuerza invisible se lo impide.
Grita a la gente que se ha reunido en el pasillo y a todo pulmòn y con rabia les dice que aunque quiere no puede abrir.
Pero desde afuera, aunque grita, no escuchan su voz, pues nadie contesta o pregunta.
Él, sí escucha una voz firme que dice: Derribemos la puerta y ve por el visor como los policías se preparan para el intento.
Instintivamente se hace a un lado y ve como la puerta hecha pedazos permite el paso de un corpulento policía y más atrás entran otro y hombres vestidos de blanco que parecen enfermeros o doctores… que ni siquiera reparan en el él, que esta tembloroso y asustado a un lado de la puerta derribada.
Y todos ellos más algunos vecinos curiosos entran intempestivamente al departamento.

Todos buscan dentro de los cuartos hasta que llegan a la salita donde está el computador que muestra en su pantalla brillante la última página, inconclusa, del cuento “La Visita”
Él los ha seguido preguntando a gritos que pasa y lo peor es que nadie lo oye y tampoco lo miran.
Allí él mismo junto a los policías, enfermeros y vecinos ven que sobre el escritorio y con el teléfono en su mano izquierda está el cuerpo inerte del escritor  mientras en el auricular se escucha una voz de mujer que dice: Resista, resista la ambulancia ya está llegando a su casa…
El café derramado lentamente se escurre desde la taza hacía el piso del departamento.
Mientras los enfermeros y policías retiran el cuerpo inerte sentado frente al computador y lo depositan en una camilla, él sin que nadie se percate de sus movimientos  se acerca al teclado y con dedos temblorosos  agrega las palabras finales para completar la página y el cuento:
Definitivamente hoy llegó la visita que estaba esperando, parece ser hermosa…ahora voy a levantar su velo negro,  para ver su sonrisa y conocer su mirada…

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