domingo, noviembre 13, 2005

En la línea 5 del metro de Santiago

Vicente Herrera Márquez

Me encuentro capeando el calor, tomando una bebida gaseosa, sentado bajo la sombra de uno de los escasos árboles de la plaza de Armas de Santiago. A las cinco me esperan en la estación Bellavísta del metro, miro el reloj del celular, las cuatro y cuarto, creo que es buena hora para tomar el metro.
Bajo a la estación y abordo el tren. A esa hora viaja poca gente, me siento y me entretengo mirando la publicidad que hay en la parte alta de los coches.
Próxima estación, Bellas Artes, suben varias personas: una señora con un niño, que se sientan frente a mí; un señor, que debe ser músico, pues lleva un violín; dos o tres estudiantes secundarios, con grandes mochilas, que se sientan en el piso y dos jóvenes muchachas de unos veinte o veintidós años, que supuse serían estudiantes de alguna rama del arte.
Si bien es cierto ambas eran lindas, me impresionó sobremanera, la mas alta. De un hermoso y bien distribuido cuerpo en mas o menos un metro setenta de estatura, delgada, morena, pelo liso medianamente largo, ojos grandes y bellísimos, una sonrisa perfecta, dibujada en carnosos labios, nariz pequeña y respingada, es decir, un todo armónico como a mí me gusta.
Ellas no se sentaron, sabiendo que impresionaban prefirieron mostrarnos a los varones del coche, toda la extensión de su hermosura. Estaban como a cinco metros de donde yo me encontraba, sentado al lado de la ventanilla.
En Baquedano subió una gran cantidad de gente, prácticamente se llenó el carro. Tuve que sentarme en el asiento del pasillo, antes de que lo ocuparan, para no perder verlas, mejor dicho verla. No podía dejar de mirarla, realmente era una belleza que me cautivó y no podía quitar ni vista del mapa de su figura. En Parque Bustamante ya me sentía tontamente seducido, en Santa Isabel locamente enamorado.
A medida que el tren avanzaba e iba bajando gente, tenía yo mejor visión de ellas, mejor dicho, de ella. Iba vestida con una falda corta que dejaba ver sus largas y bien torneadas piernas, zapatos de taco regular, que le daban prestancia a su talle, una blusa semitransparente de color claro que traslucía y dejaba ver la forma de su sostén, la blusa tentadoramente desabrochada dejaba a la imaginación el excitante valle entre sus.... ¡Ayayay que mujer mas hermosa!.
Entre Irarrázabal y Ñuble el deseo, incontenible, se apoderó de mi. Se habían acercado un poco mas hacia donde yo estaba, podía oír su conversación, mas elementos para agregar a su armonía, una voz dulce y una risa clara y cristalina. Por lo que hablaban supe que eran estudiantes de teatro, pensé que yo también debiera aprovechar mi tiempo estudiando lo mismo, en la misma academia que ellas y no estar haciendo un latoso curso de literatura. Casi no noté las detenciones en Rodrigo de Araya y Carlos Valdovinos trastornado por la pasión.
En un momento nuestras miradas se cruzaron, algo le dijo al oído a su compañera, ambas me miraron y sonrieron, yo como avergonzado miré para otro lado, como si no les prestara atención, no se si avergonzado o como una táctica denquista. E Camino Agrícola mis pensamientos eran de amor, deseo, pasión y hasta lujuria, esa mujer me tenía trastornado. La compañera se bajó en la estación San Joaquín y ella con la vista buscó donde sentarse. En la misma estación bajó la señora con el niño que venían frente a mí. Allí se sentó ella. Ahora si que sentí algo como vergüenza o incomodidad, al pensar que ella podría haberse dado cuenta de mis insistentes miradas o tal vez esa maldita timidez a las mujeres bellas, que nunca he podido vencer a pesar de mis dotes de, según yo, gran conquistador. Ahora la observé mejor, pues estaba ahí, a la vista de mi mano y al alcance de mis ojos, tan cerca estaba que mis pensamientos se enredaban. Aprovechaba los momentos que ella miraba para otro lado para llenar mi vista de su hermosura. era Realmente era linda, sus ojos eran del color de la miel, su piel aterciopelada porcelana, sus labios fruta madura, su pelo cálido anochecer, y su aroma ¡aaah su aroma!, embrujo, embrujo de pasión. Ya en Pedrero me dije – tengo que abordarla, tengo que hablarle- saber como se llama, donde vive, que estudia, que piensa de la vida. Tengo que preguntarle si cree en el amor a primera vista. Tengo que decirle que me enamoré y saber si para mí su amor podría ser. Sí. Tengo que hablarle antes que termine el viaje, ahora le hablo. Voy a decir algo y en ese momento ella me mira, ¡ que bella mirada!, mis ojos se desviaron y mis labios se sellaron. Pasado Mirador, pensé, ya que hoy no pudo ser, trataré mañana, en la conversación con su compañera escuché que salían toda la semana a la misma hora, así que mañana en Bellas Artes la esperaré. Estación terminal Bellavísta todos los pasajeros deben descender, anuncia el conductor, trato de seguirla en la multitud, allí la veo subiendo las escaleras, quedo sin aliento, ¡Qué belleza! ¡Cómo sube esa escaleras! ¡Cómo se mueven los escalones! Mañana seguro que la veo. Mañana seguro que le hablo. Lo prometo. La busqué ansioso con la mirada y aunque por su altura tendría que verse, no la encontré, se esfumó en la multitud. Miré el reloj, las cinco, a esa hora me esperaban, miré y busqué, allí estaban: mi hija y mi nieta con su pequeño hijo de cinco años, el cual corrió hacia mí. Me habían invitado a su casa para celebrar mi cumpleaños numero setenta y...
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